En Ocasión de la Misa de jóvenes como cierre de la Peregrinación Nacional, Marlene Villagra, secretaria ejecutiva interina de la PJPy en representación de todas las coordinaciones diocesanas y los jóvenes, puso en conocimiento el siguiente manifiesto:
Manifiesto de los jóvenes del Paraguay
Los Jóvenes del Paraguay nos presentamos ante la Pura y Limpia Concepción, Nuestra Señora de Caacupé, para honrarla como madre de Dios y madre de todos los paraguayos: nuestra historia inició y se desarrolló bajo el manto azul de la Virgen de los Milagros, y bajo la maternidad de la Iglesia que protagonizó la formación de esta nación paraguaya, y hoy queremos seguir bajo el amparo de la Santísima Virgen y la Iglesia como guía, en el camino que Cristo le ha señalado a través de la historia.
Llegamos hasta aquí de diversos puntos del país, agobiados por los signos de muerte que afectan a nuestra sociedad, quebrantados por tanta desigualdad social, atemorizados por la violencia, indignados por la discriminación, entristecidos por la estigmatización que muchos de nosotros sufren, y padeciendo la insoportable melancolía de nuestros padres ausentes, en busqueda de mejores ingresos en otros países. Quizás no entendamos mucho por qué tenemos que sufrir estas injustas situaciones, pero hablando entre nosotros descubrimos que quizás sea a causa de la incoherencia de políticas públicas que no favorecen el incremento del empleo, el bienestar de la familia y oportunidades al joven. Pero también sabemos que quizás se deban al egoismo del corazón humano que poco a poco se va instalando en nuestra sociedad.
Llegamos también hasta aquí, con el corazon lleno de esperanzas, de amor y pasión por la vida que Dios nos regaló y por la vida de los demás, por la naturaleza, asumiendo nuestro discipulado misionero, porque sencillamente Jesucristo nos ha fascinado al encontrarnos cara a cara con Él. Es Él quien nos mueve e impulsa a transformar nuestra realidad como agentes de cambio y sujetos activos en los contextos políticos, económicos, eclesiales y sociales en en nuestra sociedad, con una conciencia crítica y participativa.
Somos la generación del Bicentenario de nuestra independencia patria, pero a pesar a haber pasado tantos años, seguimos preguntándonos sobre nuestra identidad, sobre nuestro destino como nación y sobre cómo seguir construyendo esa independencia que nos legaron nuestros mayores. Por eso pensamos que la celebración del Bicentenario es justo la oportunidad para repensar y reorientar nuestra vida y sus proyectos hacia mejores alternativas, las que nos merecemos y soñamos. En este contexto nos parece oportuno reflexionar sobre el valor de la libertad con el que nacemos y nos merecemos como hijos de Dios. Reflexionar sobre las graves implicancias de vivir en autonomía, como la responsabilidad y el compromiso de buscar la verdad y la felicidad. Lo que nos gusta de la Iglesia es que ella defiende la libertad, conjugada con la verdad, el amor y la justicia. Este es el compromiso de la Iglesia con Dios y la sociedad a través de la pastoral de juventud y de las instituciones educativas que con tantos méritos y esfuerzos sostiene. Para asegurar la libertad que en la independencia se ha conquistado, es substancial una educación de calidad que asegure la formación integral del joven, donde los padres tengan la libertad de decidir sobre que tipo de educación recibirán sus hijos y donde éstos sean respetados en sus derechos, independientemente de la ideología que alberguen los gobiernos de turno. Es más, reclamamos al gobierno colaborar con las instituciones educativas religiosas, ya que históricamente éstas han subsidiado al Estado en su función de garantizar los derechos educativos a niños y jóvenes, algo que siguen haciéndolo en medio de precariedades e incomprensiones de las autoridades respectivas. Se habla de nueva escuela y de nueva educación. Pensémosla y hagámosla en plural, con la participación de todos los actores interesados en la educación, donde el gobierno actue como facilitador del proceso y no como único protagonista.
Sobre todo, téngannos en cuenta a nosotros, los jóvenes, porque más tarde o más temprano pediremos cuentas.
Desde la Pastoral de Juventud, la que organiza esta XIII peregrinación nacional, invitamos a los jóvenes a descubrir el llamado que Dios nos hace, a ser sus discípulos misioneros comprometiéndonos en la renovación de nuestro entorno, a la luz del Plan de Dios. Les invitamos a iniciar y continuar con los procesos de formación integral en la fe, a misionar y comprometerse por la vida, a apreciar el valor de la vida en comunidad y en grupos, a mantener viva nuestra memoria, y por sobre todo, a seguirle a Jesús. Les invitamos a seguir el ejemplo de pasión por Cristo y los seres humanos de San Roque González de Santa Cruz, de Chiquitunga, del Padre Ortellado y tantos otros anónimos cristianos y cristianas que diariamente entregaron y entregan sus vidas por el bien de los demás.
Desde la Pastoral de Juventud proponemos construir la civilización del amor en nuestra patria, para que valga la pena nuestra vida independiente. Porque si conocemos el verdadero amor de Dios hacia la humanidad, podremos construir mejor nuestra sociedad, pero con el amor que Cristo nos enseñó y no según la caricatura que hoy nos quieren vender. El amor de Dios es solidaridad, justicia, verdad y entrega.
Junto con María, la Pura y Limpia Concepción, embarazada de Jesús, esperamos ansiosa y gozosamente la celebración de la Natividad de Nuestro Señor, para recordar con él que Dios se hizo hombre no para que hagamos aquí nuestras chozas, sino para que unidos a él, subamos al Padre todos aquellos que nos hemos mantenido fieles, con la ayuda de la gracia divina.
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