sábado, 26 de marzo de 2011

1ra. Reunión Ordinadria del Consejo Decanal Post- Asamblea


Estimados amigos y hermanos

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que desde lo alto del cielo nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales. Él nos eligió en Cristo antes de la creación del mundo para que fuéramos su pueblo y nos mantuviéramos sin mancha en su presencia.

Movido por su amor, Él nos destinó de antemano, por decisión gratuita de su voluntad a ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, y así ser un himno de alabanza a la gloriosa gracia que derramó sobre nosotros.

Les saludo con la paz de Nuestro Señor Jesucristo y de María Nuestra Madre, la Señora de la Asunción para informarles que en el marco de nuestro caminar como Consejo Decanal nos reuniremos el domingo 03 de abril del 2011 a partir de las 15.00hs puntualmente en la Parroquia San Pedro y San Pablo.

En dicha reunión trataremos temas sumamente importantes para nuestra PJD, relacionados a las decisiones y compromisos asumidos en nuestra asamblea decanal (mayor instancia de decisión a nivel zonal).

* Mandatos asamblearios (definición asesoría laical, asesoría religiosa)
* Presentación del plan
* Conformación de equipos y comisiones


Con respecto a la asesoría laical les recuerdo el mandato de la asamblea:


ASESORÍA LAICAL.
En cuanto a la asesoría laical, actualmente se encuentran Miguel Escalante y Gustavo González.
Mandato: La nueva coordinación deberá elaborar el Orden del día de la primera reunión decanal e incluir en el mismo la elección de asesores laicos. Previamente se deberá enviar los perfiles para asesor.

Para cumplir con este mandato les adjunto los perfiles y características que debe reunir un asesor para acompañar una Pastoral de Juventud. Los mismos fueron extraídos de Civilización del Amor, Tarea y Esperanza.

Esperamos que no falten ya que definiremos muchos temas de importancia que marcarán nuestro proceso y caminar =)

Aprovecho también la ocasión para alentarles a que sigan perseverando en la Fe en la Esperanza y en el Amor, y que juntos en comunión podamos construir la civilización del amor y así encarnar a Cristo en nuestras PJs. Que esta Pascua Joven 2011 realmente sea una oportunidad propicia para pescar Jóvenes para Cristo con la seguridad de que él mismo dirige el timón de nuestra Barca (la Iglesia) y nuestras vidas.

Me despido con un afectuoso abrazo en Cristo

Que Dios Padre y Jesucristo, el Señor, les conceda paz amor y fe, y que su Gracia les acompañe siempre.

Bendiciones!

Saludos
CPN Justo Darío Silva Yegros
Coordinador PJ Decanato III

Arquidiócesis de Asunción
0981-685-426; 0961-435-256
http://pjdk3.blogspot.com
mail: pjdk3@hotmail.com

PERFILES Y CARACTERISTICAS QUE DEBE REUNIR UN ASESOR (Exttraído de Civilización del Amor)

EL ACOMPAÑAMIENTO. LOS AGENTES DE LA PASTORAL JUVENIL.
La opción pedagógica de la pastoral juvenil requiere la presencia y la acción de agentes pastorales suficientemente capacitados para que puedan realizar un acompañamiento adecuado a los procesos de maduración de los jóvenes.

Por ser una acción de toda la Iglesia, la pastoral juvenil tiene como agentes a todos los cristianos -obispos, sacerdotes y diáconos, comunidades religiosas y laicos- pero más particularmente a quienes trabajan activamente en la pastoral juvenil, en la pastoral de conjunto y en las pastorales más afines con la juventud.

Los mismos jóvenes y sus grupos o comunidades juveniles son también agentes de los procesos de pastoral juvenil, ya que ellos son los primeros protagonistas de la evangelización de la juventud y de la construcción de la Civilización del Amor.

Aquí se destacan las funciones específicas de aquellos agentes que forman parte más directamente del quehacer diario de la pastoral juvenil: el animador, el asesor, el párroco y el obispo.

5.2 El Asesor.
5.2.1 Identidad y características.

La palabra “asesor” proviene de “sedere ad”, que quiere decir “sentarse junto a” y sugiere la idea de motivar, acompañar, orientar e integrar el aporte y la participación de los jóvenes en la Iglesia y la sociedad y propiciar la acogida de esa acción juvenil en la comunidad.

El asesor de Pastoral Juvenil es un cristiano adulto llamado por Dios para ejercer el ministerio de acompañar, en nombre de la Iglesia, los procesos de educación en la fe de los jóvenes.

La ministerialidad de la asesoría se fundamenta en Jesucristo servidor (Mt 20,28), que realiza el proyecto de amor liberador de Dios; en la ministerialidad de la Iglesia, que sirve a la humanidad actualizando la liberación integral realizada en Jesucristo; en el carácter bautismal, por el que todo cristiano participa de la misión ministerial de la Iglesia por obra del Espíritu y en la opción preferencial por los jóvenes asumida por la Iglesia Latinoamericana, como fruto del discernimiento sobre el proyecto de Dios para la juventud del continente.

Los ministerios son servicios que se confieren a determinadas personas para beneficio de la comunidad y para una mejor realización de su misión en el mundo. Por tanto, son mediados y discernidos por la Iglesia. En este caso, los pastores, la comunidad y los mismos jóvenes perciben juntos la necesidad de un acompañamiento real de sus procesos de educación en la fe y reconocen la oportunidad y la validez de un ministerio que lo haga posible.

La asesoría como ministerio de servicio a los jóvenes sólo puede ser ejercida por quien ha hecho una opción personal, ha recibido el envío por parte de la Iglesia y cuenta con la aceptación de los mismos jóvenes. No es un ministerio exclusivo del sacerdote o del religioso. En todos los niveles y experiencias de la Pastoral Juvenil y especialmente en las Pastorales Específicas de Juventud, crece cada día más el reconocimiento de que es también y fundamentalmente un ministerio laical.

No se trata, pues, de un “título”, ni de un “cargo de confianza” de la autoridad, ni de designar a alguien porque “es joven”, porque “le gusta” o simplemente porque hay que cumplir una “función”. Se trata de reconocer un carisma y una vocación especial para ese servicio. El reconocimiento de ese carisma por parte de la comunidad y especialmente de los mismos jóvenes, permite contrarrestar la visión “burocrática” de la asesoría, según la cual bastaría ser designado para ejercer correctamente el servicio, lo cual no es cierto y mucho menos en el mundo juvenil. Por eso, aceptar ese ministerio implica aceptar la necesidad de una capacitación para poder desarrollarlo de acuerdo a las orientaciones de la Iglesia Latinoamericana, en un sano equilibrio entre la participación juvenil y el reconocimiento de la autoridad de los pastores.

La reflexión y la práctica de la Pastoral Juvenil Latinoamericana han ido sistematizando algunas características de la identidad del asesor de pastoral juvenil que se comparten a continuación.

Identidad psicológica.
El asesor es un adulto, es decir, una persona que ha pasado ya la etapa de la juventud y ha vivido un proceso de maduración en el que ha definido su proyecto de vida y ha alcanzado una estabilidad afectiva para optar libremente y para asumir con responsabilidad los desafíos propios de su elección. Esta situación vital lo hace capaz de mirar el camino de los jóvenes desde otra perspectiva y de ofrecerles, al mismo tiempo, la posibilidad de tener un modelo de referencia para discernir sus propios proyectos.

Es una persona abierta, capaz de escuchar y dialogar con los jóvenes y de valorar lo positivo y lo negativo de sus vidas y de sus situaciones. Sabe tener una mirada de conjunto sobre la realidad y no quedarse solamente en los elementos que la componen. No rehuye los compromisos y las dificultades. Es responsable. Toma posición frente a los problemas y conflictos. Conoce el entorno en el que los jóvenes desarrollan sus potencialidades y procura encarnarse lo más posible en su realidad, con clara conciencia de que no se trata de que el asesor llegue a ser “uno más” entre ellos, sino de ser capaz de entender y acompañar desde su visión de adulto el proceso personal y comunitario que están realizando. Guía sus afectos por un auténtico amor de donación, evitando todo paternalismo y promoviendo el crecimiento y maduración de los jóvenes.

Vive con mucha libertad, porque es capaz de la autocrítica y del perdón. Prefiere trabajar en equipo. Tiene pasión por la verdad, lo que le permite reconocer en los jóvenes la misma capacidad de apasionarse por la verdad que él vive. Es capaz de proponer y esperar, porque sabe que acompaña un proceso que no es suyo, sino de los jóvenes. No se preocupa tanto por “hacer” cosas, sino por “ser” amigo y hermano y dar testimonio de una vida alegre y feliz, capaz de entusiasmar a los demás.

La maduración de la persona se va construyendo día a día en un proceso que nunca termina (Mt 5,48). Es consciente, por tanto, que también su proceso de maduración psicológica y de formación humana es constante y permanente. Acepta la compañía de los jóvenes y junto con ellos continúa su camino de realización personal.


Identidad espiritual.

El asesor es una persona de fe. Vive el seguimiento de Jesús en la opción que hace por los jóvenes, en quienes reconoce diariamente el rostro de Dios y la voz profética del Espíritu. Descubre la presencia de Jesús en medio de ellos (Mt 18,20), lo encuentra vivo y presente en los signos de la vida juvenil y lo sigue en el camino (Lc 24,13-35) que ofrece a los jóvenes para llevarlos a su realización y a su plenitud.

Cree en Dios y cree en los jóvenes. Sabe que la grandeza de su vocación está en la elección que Dios le ha hecho para confiarle la juventud, para hacerlo partícipe del amor con que él mismo ama a los jóvenes (SD 118) y para enviarlo a acompañarlos y estar presente en medio de ellos como signo de su amor.

Como cristiano, el asesor es una persona que ha clarificado ya su proyecto de vida, ha hecho su opción vocacional y lucha cada día por vivir con fidelidad los compromisos asumidos. Coherente con su opción, se esfuerza por integrar en su espiritualidad la fe y la vida y por encarnarse en la realidad y en las circunstancias y acontecimientos de la vida de los jóvenes. En su búsqueda de respuesta al proyecto de Dios para la juventud, se encuentra con el joven empobrecido, sufriente y marginado, al que hace objeto especial de su predilección (Mt 25,31-46).

Dedica su atención, su preocupación y su tiempo a aquellos en quienes Dios ha querido poner su mirada cariñosa. Sabe que antes de acompañar al grupo, como cristiano, él mismo es acompañado por Dios y que en realidad es él quien ha tomado la iniciativa de proponer la Civilización del Amor desde la fuerza y la debilidad de la misma juventud. Por eso no se atribuye honores ni éxitos exclusivos: la verdad de su misión lo hace humilde.

Identidad teológico-pastoral.
Hablar de ministerio es hablar de vocación. El asesor es, ante todo, un vocacionado, es decir, una persona llamada por Dios para cumplir una misión en la Iglesia. Como toda vocación, no es un llamado para sí mismo, sino para servicio de los demás. A través del obispo o del párroco que lo designan, el asesor es un enviado de la comunidad para anunciar y testimoniar el amor de Dios en medio de los jóvenes.

Por su propia naturaleza, la asesoría no es un ministerio protagónico, sino de apoyo: exige conocer, respetar, acompañar y promover los procesos de educación en la fe de los jóvenes. Es un servicio de amor que reconoce el valor del aporte juvenil en nombre de la Iglesia.

El asesor es una persona de Dios: una persona de oración y testimonio, que habla desde la profundidad y la experiencia de su vida y no desde la teoría y las cosas aprendidas. Va creciendo, viviendo, madurando con los jóvenes y haciéndose asesor desde dentro del proceso del mismo grupo.

Es una persona que conoce, ama y sirve a la Iglesia. Hace comunidad con los jóvenes y los ayuda a que sientan la Iglesia como una comunidad. Está en comunión con ella, es fiel a sus enseñanzas y reconoce tanto su realidad divina como sus limitaciones humanas. Se preocupa por conocer y seguir las líneas pastorales y las orientaciones de la Iglesia local en la que está trabajando, de la Pastoral Juvenil Nacional y Latinoamericana y especialmente, procura ser fiel a la propuesta de la Civilización del Amor como núcleo central del proyecto que la Iglesia propone a los jóvenes.

Se sabe enviado a todos los jóvenes. Esto lo lleva a superar los límites del pequeño grupo o de los jóvenes que están integrados en los grupos de la Pastoral Juvenil y dirigir su mirada y su atención a todos los jóvenes, especialmente a los más pobres y a quienes nunca han recibido el anuncio de Jesucristo liberador. Lo lleva, también, a no mirar a los jóvenes en su conjunto, sino en la diversidad de situaciones en que viven, sea por las actividades que realizan: campesinos, estudiantes, obreros, universitarios; sea por sus culturas propias: indígenas, afroamericanos; sea por las situaciones que condicionan sus vidas: migrantes, marginados, jóvenes en situaciones críticas...

Identidad pedagógica.
El asesor es un educador. Actúa de acuerdo a la pedagogía de Dios y siguiendo el modelo que utilizó Jesús con sus discípulos. Como Dios con su pueblo, el asesor hace alianza con los jóvenes, escucha sus clamores, camina con ellos, les da su vida y deja que vayan haciendo su camino con libertad. Tiene una propuesta educativa clara y concreta para los jóvenes, que no impone sino que propone y sabe cómo llevarla a la práctica y hacerla realidad.

Educa desde la vida y para la vida. Acompaña los procesos personales y grupales de los jóvenes integrando acción, reflexión, convivencia y oración en una propuesta de cambio que da nuevo sentido a sus vidas. Transmite datos y elementos culturales de interés para la juventud, para su crecimiento y para su protagonismo en el proceso liberador. Aporta principalmente el testimonio de su propia vida y de su compromiso por la transformación de la Iglesia y de la sociedad, en coherencia con el proyecto de Jesús y los signos de los tiempos.

Desarrolla una pedagogía experiencial, participativa y transformadora (SD 119) y una metodología que integra el ver-juzgar-actuar-revisar-celebrar (SD 119). Promueve un trabajo planificado e integrado en la pastoral de conjunto y las demás instancias de coordinación a todos los niveles. Vela por la memoria histórica de los procesos generales y específicos y ayuda a los jóvenes a formular sus proyectos de vida y a descubrir su lugar y sus desafíos en las situaciones que les tocan vivir.

Reconoce el protagonismo de los jóvenes pero expresa, a la vez, la conciencia de que se necesitan vínculos estrechos y eficaces con las comunidades cristianas y en general con el mundo adulto que condiciona a los jóvenes y al que, a su vez, están llamados para ofrecer su aporte vital y creativo.

Tiene claro que su acompañamiento no es pasividad y no-intervención. Sabe bien que la cuestión no es influir o no influir, sino cómo influir y en qué dirección influir. Por eso realiza intervenciones educativas para generar cambios en la vida de los jóvenes y las reafirma con su testimonio de actor social y no sólo de señalador o ideólogo que evade la responsabilidad y el conflicto.

Como educador, se ubica entre los jóvenes como amigo maduro y orientador. Ayuda a formular sus problemas, a objetivar sus intereses y a posibilitar la búsqueda de soluciones; colabora en la sistematización de sus vivencias y en su confrontación con las teorías elaboradas, impulsa la articulación de su unidad de organización y acción y promueve su inserción en el medio y su vinculación con la sociedad más amplia. Individualiza los liderazgos y desarrolla estrategias para la captación de nuevos agentes para servicio del proceso. Hace ver a los jóvenes que su modo de actuar contiene ya, de cierta forma, el resultado que se quiere alcanzar. Para asegurar la continuidad de los procesos iniciados, plantea la necesidad de definir un tiempo estable y prudencial para prestar su servicio.

Identidad social.
El asesor es una persona encarnada en su realidad social y con profundo sentido de pertenencia a ella. Conoce y asume las esperanzas y dolores de su gente y de su pueblo. Siente empatía con esa realidad y especialmente con la de los jóvenes y procura identificarse con la situación concreta de quienes tiene que acompañar. Es capaz de llorar con los que lloran, reir con los que ríen y sufrir con los que sufren.

Procura ser un actor social y no quedar pasivo ante los desafíos de la realidad. Se siente llamado a transformarla denunciando los signos de muerte, anunciando signos de vida y haciendo opciones concretas para que éstos se hagan realidad.

Respetuoso de la pluralidad de criterios e ideologías, está profundamente convencido de la fuerza de los jóvenes para la transformación de la sociedad y la construcción de la Civilización del Amor.

5.2.2 Tareas.
La identidad del asesor de pastoral juvenil, con toda la riqueza de dimensiones que integra, determina también su rol, es decir, el conjunto de actitudes, quehaceres, tomas de posición y estilos de vida y de acción que pone en práctica para el cumplimiento de su misión de asesor, en íntima y coherente relación con su propio ser y con su propia realidad.

Su identidad psicológica lo lleva a asumir con madurez un rol de escucha, apertura, acompañamiento y encarnación; su identidad espiritual le hace vivir su rol desde el amor de Dios a él y a los jóvenes; su identidad teológico-pastoral lo lleva a asumir su rol en clave ministerial; su identidad pedagógica determina su rol de educador con una pedagogía de propuesta y acompañamiento y su identidad social se plasma en su rol de actor en la transformación de la sociedad.

Ese rol pluridimensional se explicita en diversos ámbitos: en relación a sí mismo, en el acompañamiento personal a los jóvenes, en el acompañamiento a los grupos, en su relación con los otros asesores y en su relación con la comunidad eclesial y social.

En relación consigo mismo.
Las exigencias del acompañamiento a los jóvenes le hacen tomar conciencia de la necesidad de capacitarse teológica, pedagógica, científica y técnicamente para tener una visión más clara y siempre actualizada de la realidad y de la cultura juvenil, para definir criterios precisos que orienten su presencia y su acción en medio de ellos y para saber utilizar los instrumentos adecuados en el momento oportuno.

La capacitación no se alcanza de un día para otro: se busca, se va logrando. Es un proceso formativo a veces difícil y cuestionante, pero muy enriquecedor, por el que se van asimilando cualidades y adquiriendo aptitudes para desempeñar más eficazmente la misión que se ha recibido. El asesor se preocupa por su formación integral, gradual y permanente y está atento para aprovechar y participar en las instancias especializadas que se ofrecen para “formar formadores”. Incansable buscador de la verdad y de la plenitud, vive en actitud de apertura, siempre dispuesto a renovarse y a cambiar. Lee, recopila materiales, sistematiza sus experiencias, organiza su trabajo, distribuye sus tareas y su tiempo para una mejor realización de su servicio y para no afectar los demás compromisos de su vida personal y evalúa constantemente su ser y su quehacer como asesor.

En relación con la persona del joven.
La gran mayoría de los asesores comienzan generalmente su experiencia animando y acompañando grupos juveniles. Pero muy pronto, la misma vida los va llevando a un nivel mucho más delicado, profundo y de mayor responsabilidad, que es el acompañamiento personal de cada joven. Este es un elemento esencial de la tarea del asesor. Por él, de una manera más directa y concreta, el asesor ayuda a los jóvenes a clarificar y definir su proyecto de vida y a tomar las opciones que configurarán su ser y su quehacer en la Iglesia y en la sociedad.

Es un acompañamiento integral, que atiende todos los aspectos y dimensiones de la vida y es un acompañamiento procesual y gradual, un seguimiento que tiene su propia lógica y que no puede realizarse de una manera sólo espontánea y voluntarista.

El acompañamiento personal debe tener en cuenta, de un modo especial, la dimensión afectiva del joven, su elección profesional y su opción vocacional, su compromiso y participación activa, consciente y responsable no sólo en las estructuras eclesiales sino también y principalmente en las estructuras sociales y políticas; su proceso de crecimiento en la fe y la maduración de una espiritualidad que integre la fe y la vida y lleve a una opción cada vez más madura y consciente por Jesús y su Evangelio, integrada en su proyecto global de vida.

En relación con el grupo.
Otro elemento esencial de la tarea del asesor es acompañar los procesos de los grupos juveniles para que puedan llegar a ser verdaderos espacios de crecimiento humano y de maduración en la fe. En ese sentido, el asesor tiene un vasto y muy variado campo de acción.

Como persona integradora, dialogante, capaz de entablar un tipo de relación horizontal y de igualdad con los jóvenes, crea y favorece el clima de amistad y confianza necesario para que puedan desarrollar en los grupos sus procesos de conversión y crecimiento. Educa para el diálogo y la fraternidad, celebra la dimensión festiva de sus vidas, valora sus gestos, sus signos y sus expresiones simbólicas.

A partir de la realidad personal y social de los jóvenes del grupo, promueve procesos de formación integral crítica y liberadora, y les da seguimiento a lo largo de sus diferentes etapas: anima la integración de los recién convocados, impulsa el crecimiento y la maduración de los iniciantes y apoya el compromiso de los militantes. Dedica especial atención a la formación y acompañamiento de los animadores. Promueve los liderazgos, descubre y potencia las aptitudes personales de los jóvenes, delega funciones para promover el desarrollo de sus capacidades. Utiliza metodologías y pedagogías que promueven el protagonismo juvenil e integran elementos atrayentes como el teatro, el deporte, la música, el cine, el arte... (SD 119).

Educa para la organización, respetando lo que los jóvenes proponen y estando abierto a entender y orientar su creatividad. Ayuda a clarificar funciones dentro del grupo, impulsa la ejecución corresponsable de los planes y programas previstos y favorece la sistematización de las experiencias realizadas. Favorece todo lo que promueve y fortalece la identidad del grupo y al mismo tiempo, lo ayuda a abrirse a dimensiones eclesiales y sociales más amplias del trabajo con jóvenes.

Despierta la sensibilidad y el compromiso hacia los más débiles y empobrecidos y apoya al grupo en su proyección sociopolítica, acompañándolo en la acción y brindándole elementos de formación y discernimiento para entender su quehacer como una concretar su fe cristiana. Con mentalidad abierta y pluralista, favorece el encuentro y el intercambio con otras organizaciones que también trabajan por un mundo más humano, aceptando que éstos también existen más allá de las experiencias cristianas y eclesiales.

Promueve la experiencia comunitaria de la fe, respeta y valora las expresiones religiosas de los jóvenes y lleva al grupo a profundizar la Palabra de Dios y a tener una fuerte y sólida vivencia y comprensión de la oración y de los sacramentos. Es una permanente referencia a Jesús y al Evangelio. Anima, invita, y enseña con su testimonio el valor y el lugar de la oración, de los sacramentos y de las celebraciones en la vida de los seguidores de Jesús.

En el acompañamiento grupal, el asesor se asegura de no trabajar solo, sino en íntima colaboración con los animadores y en vinculación con las instancias de coordinación que correspondan.

En relación con los otros asesores.
La asesoría de pastoral juvenil es un ministerio eminentemente colegial. El asesor no trabaja solo y aislado en su grupo; está llamado a relacionarse con los otros asesores, especialmente en el Equipo de Asesores.

El Equipo de Asesores posibita la complementación no sólo a nivel de aptitudes personales y de distribución de tareas, sino principalmente a nivel del aporte que las distintas experiencias de vida de los asesores -laical, religiosa, diaconal, sacerdotal- ofrecen a los jóvenes como modelos de proyectos de vida cristiana.

El Equipo de Asesores no es una instancia de planificación o de coordinación de actividades para los jóvenes. Es un ámbito para compartir la vida, para confrontar con otros asesores ideas y experiencias, para discernir comunitariamente los signos de la vida juvenil; para encontrar apoyo en la oración, en la reflexión y en la evaluación de su servicio y para celebrar juntos la presencia de Jesús vivo en las diversas sitaciones de los procesos juveniles que se acompañan.

En relación con la comunidad.
El rol del asesor tiene implicancia en relación a la comunidad eclesial y a la comunidad social en las que realiza su servicio.

* En relación con la comunidad eclesial, el asesor busca concretar una mayor presencia de los jóvenes en la vida de la Iglesia y abrirles mejores y más reales “espacios de participación” (SD 119), pero se preocupa también por llegar y acompañar a los jóvenes que participan esporádicamente en la vida de la Iglesia o que no están integrados al proceso orgánico de la Pastoral Juvenil. Anima la celebración de una liturgia “viva, participativa y con proyección de vida” (SD 145). Fomenta la comunión eclesial siendo nexo entre las generaciones adultas y los jóvenes, promoviendo el “diálogo mutuo entre jóvenes, pastores y comunidades” (SD 114), asegurando la coordinación de la Pastoral Juvenil general y de las Pastorales Específicas de Juventud con la pastoral de conjunto y abriendo caminos para ofrecer un itinerario de maduración humana y cristiana que no se agote en la iniciación o en la militancia juvenil.

* En relación con la comunidad social, el asesor busca desarrollar el potencial de los jóvenes y llevarlos a una mayor presencia y acción a favor de “las necesarias transformaciones de la sociedad” (SD 115). Fomenta el análisis y el estudio sistemático de los hechos sociales y colabora en la búsqueda de respuestas a las necesidades de los jóvenes y de la sociedad. Educa en los valores democráticos y brinda espacios de formación “en orden a una actuación política dirigida al saneamiento, al perfeccionamiento de la democracia y al servicio efectivo de la comunidad” (SD 193). Promueve la conciencia social de los jóvenes para que sean capaces de “conocer y responder críticamente a los impactos culturales y sociales que reciben” (SD 114). Sabe que esto implica luchar contra “ciertas mentalidades clericales que privan de dar respuestas eficaces a los desafíos actuales de la sociedad” (SD 96), por lo que busca que los jóvenes sientan siempre “todo el respaldo de sus pastores” (SD 99).

Como adulto, el asesor se ubica tanto dentro de la comunidad eclesial como dentro de la comunidad social como un enviado al mundo juvenil. El mundo juvenil se propone generalmente los mejores ideales para transformar la sociedad y la Iglesia, pero suele encontrar oposición e indiferencia por parte del mundo adulto. Muchos problemas de los jóvenes no son problemas de la juventud como tal, sino problemas del mundo adulto reflejados en el mundo juvenil. Buena parte de los problemas de la juventud encuentran su explicación en el rompimiento de la relación con el mundo adulto y en la distancia que se ha creado entre ambos.

Será tarea del asesor ayudar al mundo adulto a entender al mundo juvenil. Con su madurez y actitud de diálogo, hablará y discutirá con él sobre su concepto de juventud e influirá para que dejen de considerar a los jóvenes sólo como “problemas” y descubran su potencial y el valor de su aporte cuestionador y renovador. Al mismo tiempo, ayudará a los jóvenes a entender el mundo adulto y a valorar el aporte de su experiencia y de su modo de ver y entender el mundo y la historia. Podrá convertirse así en un elemento reconciliador entre el mundo adulto y el mundo juvenil, ayudará a superar el conflicto generacional y promoverá una unidad comunitaria que será signo y anuncio del nuevo modo de relación de jóvenes y adultos en la Civilización del Amor que se quiere construir.

5.2.3 Niveles de la asesoría.
La identidad y el rol del asesor se enriquecen con funciones y responsabilidades que aportan nuevos contenidos y exigen tomas de posición más determinantes según sean los niveles en los que se realiza la asesoría.

Un primer nivel es la asesoría al grupo. Lo más correcto es que un asesor comience allí su servicio. Sin esta experiencia de trabajo en la base, la asesoría podría convertirse en un oficio meramente técnico o desencarnado y hasta podría darse el caso de que hubiera asesorías sin que existieran grupos y comunidades. Cuando los grupos parroquiales o de las Pastorales Específicas de Juventud se multiplican, comienzan las articulaciones o coordinaciones, a nivel parroquial, diocesano, nacional, regional y latinoamericano. La asesoría asume entonces un especial matiz como vínculo de unidad y comunión. El rol del asesor que participa en estos niveles de coordinación se va definiendo de acuerdo a las características y exigencias del nivel que asesora. En todos los casos, cuidará particularmente que los organismos que se creen estén realmente al servicio de los jóvenes y promuevan el desarrollo y maduración de sus procesos de formación.

Hay asesores que acompañan la etapa de iniciación y asesores que acompañan la etapa de militancia. Los que acompañan la etapa de iniciación procuran que los procesos de formación de los jóvenes culminen en la militancia, en su integración creativa y dialogante a la comunidad adulta y en el discernimiento de su opción vocacional. Los que acompañan la etapa de militancia alientan la vinculación concreta de los jóvenes con sus comunidades cristianas, los ayudan a profundizar sus motivaciones de fe para enfrentar los riesgos del compromiso militante, los animan a revisar y celebrar su vida y su práctica y los acompañan en la realización plena de su opción vocacional.

La asesoría de las Pastorales Específicas de Juventud supone un conocimiento particular de la realidad de cada medio y el uso de metodologías y estructuras de coordinación adecuadas a cada situación. El asesor se va formando en el acompañamiento y va creciendo en el caminar junto con los jóvenes. Sabe que no existen procesos totalmente uniformes y que se necesita apertura y flexibilidad para tener posibilidad de responder a las nuevas exigencias que plantean las diversas situaciones juveniles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario